Si
hacemos algo que amamos hacer, aquello en lo que somos verdaderamente buenos, el
tiempo transcurre de otra manera. ¿Has tenido alguna vez la sensación de que
una hora pasa como si fueran cinco minutos? En ese caso probablemente hayas
sentido una emoción positiva llamada fluir, que investigó Mihaly Csikszentmihalyi. Esta emoción aparece en tareas que exigen
mucha concentración y compromiso. Existe un reto, pero poseemos habilidades
suficientes para afrontarlo. Es una experiencia tan intensa que se siente como
si no existiéramos. Nuestra identidad desaparece porque la velocidad de
procesamiento del sistema nervioso es limitada. No tenemos suficiente atención
para hacer algo que requiera mucha concentración y a la vez percatarnos de que
existimos. Al fluir te olvidas de ti mismo y sientes que formas parte de algo
más grande, experimentando la alegría del compromiso total con lo que se está
haciendo momento a momento.
Se
puede fluir con aficiones como pintar, tocar un instrumento o practicar un
deporte. También aparece este estado durante el trabajo, en alguna tarea con la
que disfrutes y desempeñes muy bien. Se consigue entrar en estado de flujo
cuando los desafíos y las habilidades son altos. Fluir es todo lo contrario a
estar apático. Cada uno fluye cuando hace lo que realmente quiere hacer.
Ken Robinson propone encontrar nuestro “elemento”, que es un talento natural para
desarrollar una habilidad con la que disfrutemos. Se estima que para ser un
experto virtuoso en cualquier destreza es necesario invertir 10.000 horas o
unos siete años de dedicación. Sólo invertiremos tanto tiempo si es algo que
nos gusta hacer.
Hay
personas que conocen su elemento muy pronto, casi nacen con él. Mi hija mayor sabe desde los tres años que quiere ser actriz. Si no has encontrado aún tu
talento pregúntate: ¿Cuál es mi pasión? ¿En qué soy bueno? ¿Qué estoy dispuesto
hacer con ello? Y como decía Goethe: "Si sabes que puedes, o crees que
puedes, ponte en marcha. La audacia tiene genio, poder y magia. Comienza ahora.”
A continuación la segunda charla TED de Ken Robinson en la que comenta que las comunidades humanas dependen de la diversidad del talento.
A continuación la segunda charla TED de Ken Robinson en la que comenta que las comunidades humanas dependen de la diversidad del talento.
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