sábado, 2 de enero de 2016

Nacidos para correr


Durante años salí a correr con mi hermano. Es un ejercicio físico saludable que cada vez cuenta con más adeptos, entre otras razones porque hace que te sientas bien. En una conferencia escuché a un atleta decir que todos empezamos porque “correr es un psicólogo barato”. Le comenté esta frase a un amigo y me dijo que, efectivamente, él empezó a correr tras una ruptura sentimental.

Dejé de correr hace tiempo, aunque sigo manteniendo la costumbre de ir a ver la llegada de la San Silvestre, que se celebra el último día del año en mi ciudad. Llegué con bastante antelación, esperando ver aparecer a mi hermano. Me entretuve viendo a los atletas disfrazados de Papá Noel, de duendes, hadas o de las formas más inverosímiles y extravagantes.

Los niños esperaban ansiosos a sus padres, para correr de su mano los últimos metros. Un padre despistado no vio a su hijo y el pequeño se sentó en el suelo con una llantina inconsolable. Luego le vi feliz en brazos de su padre. Me emocioné con la alegría de los amigos entrando a meta abrazados. Un señor mayor venía muy rápido con cara de felicidad. Miré hacia donde miraba y el cronómetro marcaba cuarenta y ocho minutos. Supuse que iba a mejorar su mejor marca personal.

Me pregunté por qué miles de hombres, mujeres, jóvenes y ancianos, de diferentes razas y clases sociales, tienen en común su afición a la carrera. Según Bramble y Lieberman, lo que hizo que evolucionásemos como humanos fue precisamente nuestra capacidad para correr distancias largas. Nos permitió cazar o encontrar carroña en la extensa sabana africana. Además, correr favorece la generación de nuevas neuronas, por lo que podría decirse que correr nos hizo y nos hace más inteligentes. Correr nos hace humanos.

Dicen que correr es de cobardes. Se puede correr para huir, para llegar antes, para respirar aire limpio en la naturaleza, para ganar, para sentirse mejor o para despedir el año de manera divertida.

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