El 26 de abril me senté delante de mi ordenador a ver una
charla de Jon Kabat-Zinn, que venía por primera vez a Madrid. Este científico
comenzó en 1979 a tratar personas con dolor crónico y trastornos producidos por
estrés, ideando el programa MBSR de reducción del estrés mediante la atención
plena. Dijo que cuando ves a la gente practicando Mindfulness parece que no
hacen nada; “hay que pasar del hacer al
ser, a un cierto punto de quietud, y lo que surge de ahí es el bienestar”.
Dirigió una meditación, cerré los ojos y me sentí especialmente conmovido.
Realmente, esta práctica ha traído mucho bienestar a mi vida. Afloró en mí un
sentimiento de gratitud por las personas que me enseñaron meditar.
Se puede meditar sentado en una silla con la espalda recta,
sentado o tumbado en el suelo o en la cama antes de dormir “por lo que nadie tiene una excusa para decir que no tiene tiempo para
hacerlo”. Meditar no es un estado al que llegar sino “una capacidad fundamental que tenemos todos los seres humanos”.
Consiste en centrar la atención en uno mismo, llevando “nuestra consciencia a la sensación de la respiración entrando y
saliendo del cuerpo, cabalgando como un surfista en esa respiración”. No se
pretende parar el pensamiento “porque
durante la meditación se sigue pensando”.
Informó de las evidencias científicas sobre los beneficios
del Mindfulness para la salud. Me resulta increíble que la meditación alargue
el tamaño de los telómeros en los cromosomas, lo que prolonga también los años
de vida.
Citó a Míster Duffy, un personaje de James Joyce, que “vivía a una cierta distancia de su cuerpo”.
Eso nos pasa a muchos.
Percibí a distancia la presencia de un ser humano extremadamente
conectado consigo mismo. Lleva 37 años meditando y se le notan. Se sorprendió porque
la mayoría de las personas que atestaban la sala eran meditadores y “nunca había experimentado algo así”. Quizá,
una nueva conciencia esté surcando los océanos.
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