Si hiciera un ranking de las
mejores experiencias de mi vida, sin duda, los primeros puestos serían para los
nacimientos de mis hijas. Aquellas noches fueron muy emocionantes. Sentí mucha
felicidad y admiración. Recién nacidas ya eran seres humanos plenos, aunque diminutos.
Me asombró su perfección. Enseguida brotaron el afecto, el cariño y la ternura.
También experimenté agradecimiento porque su llegada al mundo comenzara bien. Percibí
una sensación de calor y apertura en el pecho.
Según Abraham Maslow, las
“experiencias cumbre son los mejores momentos del ser humano, los momentos más
felices de la vida”. Estas sensaciones no duran mucho tiempo, pero
experimentarlas puede tener consecuencias permanentes. Chad Burton y Laura King
comprobaron que escribir quince minutos diarios sobre estas experiencias, durante
tres días, es eficaz para disfrutar de mejor salud física y mental.
En un curso de psicología
positiva me pidieron que escribiese detalladamente el mejor momento de mi vida,
reviviendo los sentimientos, las sensaciones, los pensamientos y las emociones
que estaban presentes entonces. Luego, nos invitaron a compartir la experiencia
con el compañero. No me extrañó ver el brillo de sus ojos mientras me hablaba
del nacimiento de su hijo. Pregunté a la compañera del otro lado si había
elegido la experiencia de ser madre como su mejor momento y me dijo que sí.
Tres de tres. ¿Casualidad o causalidad? Tal vez, sentir ese torrente de
emociones positivas nos ayuda a crear un vínculo afectivo con nuestros hijos,
tan necesario como el alimento para su crecimiento.
Quizás, lo que sentí en mis
mejores momentos fue elevación, una novedosa emoción positiva que se percibe
mediante un fuerte sentimiento de afecto en el pecho, al presenciar actos que muestran
lo mejor del ser humano. Experimentar elevación nos inspira para ser mejores, hace
que queramos estar, cooperar y ayudar a otras personas.
¿Cuál fue tu momento cumbre? ¿Cuándo
te sentiste intensamente vivo? ¿Cuándo descubriste lo que verdaderamente eres? Lo
esencial, parafraseando a Saint Exupery, sólo podrás verlo bien con el corazón.
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