A veces la vida te pone donde no esperabas. Ver frustradas las
propias expectativas lleva a sufrir algo parecido a un duelo por lo que no pudo
ser. Cuando no puedes hacer nada para cambiar las cosas que ocurren, toca aprender
a aceptar la realidad.
Sabina preguntaba en una canción: “¿Quién me ha robado el
mes de abril? ¿Cómo pudo sucederme a mí?”. No encontramos respuestas razonables
para las preguntas que nos hacemos cuando padecemos una decepción o la vida nos
trata injustamente.
Marzo fue para mí una montaña rusa. Un mes lleno de
altibajos emocionales. Toqué el cielo y rocé el suelo. Cuando estoy mal busco
el apoyo de mi mujer que, además de escuchar atentamente, suele atinar en los
consejos. Uno de esos días bajos, casi subterráneos, tuve una ayudante
inesperada. Mis cuñados tienen una perrita y, cuando se marchan de fin de
semana, suele quedarse en nuestra casa. Syra es alegre y muy inquieta, pero
esos días no se separaba de mi lado. Parecía adivinar que necesitaba consuelo.
Hice una foto a la perra con el móvil para enviarla por chat y la titulé
“Syraterapia”.
Recientemente conocí la investigación realizada por Takefumi Kikusui con treinta perros y sus dueños. Descubrió que las personas y los canes
que se miraban más tiempo a los ojos producían más oxitocina en sus cerebros.
Es la primera vez que se demuestra la existencia de un vínculo hormonal entre
humanos y otra especie. La oxitocina está considerada la hormona del amor. Se
segrega cuando abrazamos a un ser querido. Las madres también la producen al
mirar a los ojos de sus bebés.
La terapia con perros podría ayudar a personas con estrés
postraumático, que suele producirse tras experimentar un suceso en el que la
propia vida haya estado en riesgo, como un accidente o una agresión. Lo
contrario al miedo es el amor que es una “medicina milagrosa”. Contactar
visualmente con el “mejor amigo” de la humanidad puede crear un vínculo sanador.
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