El fin de semana asistí con mi hija a un espectáculo de
teatro musical muy divertido. Disfruté sentado en el patio de butacas, rodeado
de cientos de personas tronchándose de risa. Pensé: “por qué no vendré al teatro más a menudo”. Aunque era tarde, al
salir me sentía feliz y descansado.
Recientemente, se ha creado cierta polémica sobre la validez
de algunos estudios de Barbara Fredrickson. Esta profesora
de Psicología de la Universidad de Carolina del Norte afirma que las personas
que sienten tres emociones positivas por cada emoción difícil son más felices,
eficaces, proactivas, creativas y comprometidas. Estas emociones actúan como
nutrientes que permiten crecer y florecer.
Fredrickson es autora de la teoría
de ampliación y construcción. Según esta teoría las emociones positivas amplían
las tendencias pensamiento y acción, permiten desarrollar recursos personales
para afrontar las situaciones difíciles y transforman a la persona haciéndola más
creativa, resistente a las dificultades y mejor integrada socialmente.
No creo que haya que andar contando emociones, aunque es
necesario sentir a menudo emociones positivas para ser feliz y tener una vida
plena. El bienestar nos recarga de energía y favorece una buena salud. Hay
estudios que asocian el afecto positivo con la longevidad. Tampoco hay que
deshacerse de las emociones desagradables. Son útiles para sobrevivir, para
superar las perdidas… Aunque sentirse continuamente deprimido, ansioso o
enfadado puede ser nocivo para la salud mental y física.
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