Hace tiempo me encontré con una persona que a veces noto
estresada. Observé que tenía una expresión en la cara más relajada y me
interesé por cómo estaba. Me dijo: “Hoy estoy bien”. Con entusiasmo me contó que
había adoptado a una perrita terapéutica. Cuando llega a casa, acude siempre a
saludar cariñosamente y por la noche se relaja acariciándola. La conversación
terminó entre risas despertadas por anécdotas divertidas causadas por el
animal.
Recordé que hace tiempo vi un documental donde contaban que cuidar
a un animal de compañía ayuda a regular la tensión arterial de las personas
mayores. En un estudio realizado por McConnell en 2011, se concluyó que los
animales afectivos aportan respaldo social y emocional a sus dueños, quienes son
más felices, saludables, tienen mayor autoestima y aptitud física, se sienten
menos solitarios, temerosos o preocupados. Como diría Christopher Morley: “Nadie
aprecia tanto lo especial que es tu conversación como tu perro”.
En el hospital San Joan de Deu existen desde 2012 perros
terapéuticos que generan emociones positivas y ayudan a los niños a tener una
estancia menos traumática en el hospital. Relajándoles cuando hay que ponerles
una vía, motivándoles a caminar o para que hagan ejercicio con los brazos
mientras les peinan. El apoyo que brindan estos perros se debe fundamentalmente
a su presencia y al afecto que entregan.
Según César Millán, las necesidades básicas de los perros
son ejercicio físico, disciplina y afecto, por este orden. Necesitan un líder
de la manada, firme y sereno.
Hace poco mis sobrinos consiguieron por fin su deseo de
tener una perrita. Syra ha llenado su casa de alegría. Los niños la cuidan y
ella se ocupa de hacernos felices.
En un poema, Pablo Neruda expresaba “la dicha de ser perro y
ser hombre convertida en un solo animal”. Por algo el perro lleva siglos acompañando
a los seres humanos. Si tienes la suerte de tener uno, disfrutad juntos de una
relación donde no hacen falta las palabras.
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