Me ayudó a plantarlo un amigo
cuando todavía era un delgado palillo, con un cepellón con escasas raíces y pocas
ramas. El primer año no dio ninguna pera, le bastó con afianzarse en el terreno
para ir creciendo, alargando sus ramas, ensanchando el tronco y verdeando sus
hojas.
El segundo año recogí en agosto una
pera de agua, amarilla y dulce. Al año siguiente fueron unas cuantas, pude
contarlas con los dedos de las manos. El cuarto, más de cincuenta. Después dejamos
de contar, cuando llenamos varias bolsas. Aunque los pájaros se den un festín,
casi todos los veranos tenemos peras suficientes para repartir entre la
familia.
Algunos años el árbol descansa y
da menos frutos. Alguien me dijo que es lunero y, de vez en cuando, se lo toma
con calma. También enfermó y los bichos taladraron los frutos, que se pudrieron
antes de tiempo. Una vez, nuestra coneja Margarita se comió la corteza por
abajo y el peral resistió a duras penas, protegido por una malla de alambre.
Aquel año tampoco hubo cosecha.
Ahora es un árbol hermoso,
florece en primavera, da sombra y peras en verano, amarillea en otoño y pierde
sus hojas por completo en invierno, tiempo de poda y cuidados para que esté
sano la primavera siguiente, para recomenzar de nuevo el ciclo. Primero salen
las flores y algunas hojas tempranas. Luego se caen los pétalos y permanecen
los tallos de las flores que, poco a poco, con cada riego, van engordando hasta
convertirse en peras, primero verdes, amarillas cuando por fin maduran.
Como los árboles, tus proyectos
necesitarán tiempo, al principio tendrás que tener paciencia y perseverar. No
todos los años serán igualmente productivos. La naturaleza seguirá su curso y
no siempre es el mismo. Todo comienza de nuevo cada año. Empieza por plantar la
semilla que creará algo nuevo. Después genera las condiciones para crecer y
florecer. Y llegará el tiempo de recolectar tus frutos, que sabrán mejor si los
compartes.
A lo largo de la vida, el río del conocimiento se esconde en varias ocasiones.
ResponderEliminarTodo lo que dices es muy cierto.
Un abrazo... Y un hayku:
Cielo otoñal...
Sin remedio se funden
las nubes blancas.
Muchas gracias por tu comentario y por el hayku.
ResponderEliminar