martes, 20 de mayo de 2014

El asombroso hombre humilde

El domingo vi una entrevista televisiva a José Múgica, presidente del Uruguay, llena de frases con una sabiduría y coherencia fuera de lo normal. Quise escribir  relacionando sus ideas con tópicos de la psicología positiva como el crecimiento postraumático, la gratitud, la generosidad o la relación entre la riqueza y el bienestar. Pero sus palabras son más que suficientes:

“La felicidad no es una cuestión material. Mi definición de pobreza es la de Séneca: Pobres son aquellos que precisan mucho. Es mejor vivir ligero de equipaje. Nuestros abuelos nos enseñaron que con una navaja se afeitan tres generaciones. El consumo mueve la economía, pero no vayas a creer que desarrolla tu vida. Cuando gastas en el fondo lo que estás gastando es el tiempo de vida que se te fue (para ganar el dinero). Estuve con Rockefeller, que con 98 años sigue acumulando plata. ¿Qué sentido tiene? Planteo la sobriedad para tener más tiempo para vivir la vida de acuerdo a las cosas que te motivan. La generosidad es el negocio mejor. Tenemos que empezar a pensar como especie. Hay que pensar por el mundo entero. Los que vivimos mejor tenemos responsabilidad de los que viven mal”.

De sus años de cárcel y torturas destacó: “Fue la etapa más importante de creación de mi pensamiento. La soledad es tal vez lo peor después de la muerte. Pero no sería quien soy si no hubiera vivido esa etapa. Se aprende a buscar fuerzas dentro de uno mismo. Derrotados son los que dejan de luchar. Transmítele a los jóvenes que se puede empezar de nuevo una y mil veces”.

“No hay mejor lenguaje que la verdad de lo que las cosas son. Nadie es más que nadie. Es bueno vivir como se piensa, de lo contrario pensarás como vives. La cosa más grande que tienes es que estás vivo. Es un milagro que estés vivo”.

Preguntó Múgica al entrevistador: “¿Usted tiene ojos para ver?” Y me pregunto: ¿Tenemos ojos para ver?

miércoles, 14 de mayo de 2014

Una pausa de serenidad

El cuerpo es el aliado de la mente. Esta frase la escuché recientemente en un congreso de psicología. Maite Crespo propuso una manera de utilizar esa conexión cuerpo-mente para afrontar el estrés cotidiano. Todos podemos aprovechar la sabiduría del cuerpo, aunque Ken Robinson bromeara diciendo que los profesores universitarios sólo utilizan su cuerpo como medio de transporte para su cabeza.

El estrés es una reacción física ante una amenaza que activa al cuerpo para salir corriendo, pero también nos permite afrontar un reto y nos motiva a buscar ayuda.

Podemos fabricar una pausa de serenidad ante situaciones cotidianas de estrés siguiendo tres sencillos pasos:

1. Pon los hombros lejos de las orejas. Amy Cuddy investigó cómo la expresión corporal puede producir cambios hormonales. Posturas expansivas con la cabeza erguida, los hombros abajo y hacia atrás aumentan la testosterona y disminuyen el cortisol, que es la hormona del estrés.

2. Observa tu respiración: Cuando suspiramos se alivia la tensión. Respirar es fácil, natural. Se trata de prestar atención unos instantes a la respiración. Pon la mano en el abdomen y permítete engordar. Nota tu abdomen saliendo hacia afuera al inhalar y volviendo al exhalar. Atiende a cómo sale el aire lentamente, observa la pausa tras la exhalación y deja que se desencadene por si sola la siguiente inspiración.

3. Calma tu mente con recuerdos agradables: Puedes rebuscar en la memoria momentos que te hayan hecho sentir en paz. Tal vez algo por lo que te sientas agradecido, alguien a quien amas o por quien sientes cariño, tal vez un niño o una mascota. También puedes evocar un recuerdo de felicidad en la naturaleza. Recupera esas sensaciones y quizá notes como aparece en tu cara una sonrisa sutil.

Luego pregúntate: ¿Para qué estoy aquí? Quizá para llegar a un acuerdo en una reunión, para regresar sano a casa en medio de un atasco o para comprender mejor a tu pareja tras una discusión. Hagas lo que hagas, estás aquí y ahora.