viernes, 11 de septiembre de 2015

Risa frente a estrés

Hace unos meses presenté un libro en una librería que estaba a rebosar de familiares y amigos. Asistió también una mujer extranjera con su familia. Unos días después me comentó que estuvieron a punto de marcharse porque, como todos éramos españoles, se sentían fuera de lugar. Los presentadores fueron mis hermanos que, entre humo y música galáctica, aparecieron disfrazados de extraterrestres con ojos saltones y cerebros prominentes. Las risas empezaron a brotar y lo pasamos verdaderamente bien con sus divertidas preguntas. Puedo presumir de haber tenido una presentación de otro planeta. Aquella mujer me dijo: “con la risa desapareció el miedo”. Se quedó hasta el final y le pareció una buena idea haber empleado el humor para relajar el ambiente.

El filósofo John Monreall afirma que la risa es un signo de confianza y puede ayudar a inhibir la respuesta agresiva. Psicólogos de la Universidad de Kansas demostraron en 2012 que sonreír al padecer una situación estresante permite disminuir los efectos nocivos del nerviosismo sobre el organismo, al reducir la frecuencia cardiaca. Sonriendo nos recuperamos mejor de las situaciones estresantes. Tara Kraft y Sarah Pressman observaron a personas que sonreían mientras metían la mano en agua helada. Tras recuperarse tenían una frecuencia cardiaca más baja que los que mantenían una expresión facial neutra. Aunque no supieran que estaban sonriendo, al sostener con los labios unos palillos que forzaban sus músculos faciales para mantener una sonrisa. Concluyeron que sonreír durante situaciones estresantes breves puede disminuir la intensidad de la respuesta del organismo al estrés, independientemente de sentirse feliz o no. Pressman recomienda esbozar brevemente una sonrisa en situaciones estresantes como un atasco. “No sólo va a aguantar mejor su situación psicológicamente, sino que además así ayudará a mantener la salud de su corazón”.

Decía Landero que “la risa es, en tiempos de crisis, una forma de rebeldía”. Que no se te escape ninguna oportunidad para reír. A los cuatro meses ya sonreíamos a nuestros padres. Es algo bueno para vivir.