viernes, 22 de julio de 2016

Hijos de la felicidad



El bienestar es un asunto complejo, con muchos matices. En una reciente conferencia, Dan Gilbert, uno de los mayores expertos mundiales del estudio científico de la felicidad, presentó datos concluyentes; los hijos suponen un costo para la felicidad de sus progenitores en la mayoría de los países. En España estamos en un término medio, ni nos quita ni nos aporta demasiada felicidad. Gilbert afirma que “los niños son como la heroína”, proporcionan placer pero eliminan otras fuentes de felicidad, como el sexo o salir con los amigos, convirtiéndose en la única fuente de satisfacción. 

Algunas emociones muy intensas son privilegio casi exclusivo de padres y madres. Recuerdo que en un curso de psicología positiva nos preguntaron: ¿Cuál fue el momento más feliz de tu vida? Comentándolo con las personas que tenía a mi lado, todos coincidimos en que el mejor momento de nuestras vidas fue ver nacer a nuestros hijos. Es un momento cumbre, en el que la felicidad es máxima. Ese chute de bienestar permite crear un vínculo especial con los niños, que ayuda a sobrellevar el esfuerzo de la crianza. 

 
El término “naches”, de origen judío, pone nombre a la emoción de orgullo que sentimos al ver a los hijos hacer algo relevante. Cada felicitación de un profesor, cada actuación de fin de curso, cada graduación, cada medalla ganada, han provocado en mí una satisfacción intensa. Además, la paternidad puede aportar un sentido vital, una de las necesidades psicológicas básicas.

Por otro lado, hay momentos verdaderamente difíciles. La privación de sueño que se sufre durante los meses posteriores al nacimiento es agotadora. En la lista de sucesos vitales estresantes de Holmes y Rahe, el embarazo y la incorporación de un nuevo miembro a la familia se sitúan en los puestos 14 y 16, respectivamente. 

Hace poco fuimos a recibir a mi hija pequeña al aeropuerto. La alegría de los familiares cuando aparecían sus descendientes era contagiosa. El abrazo del rencuentro, tras unas semanas lejos, fue muy emocionante.


viernes, 8 de julio de 2016

Cuando brillas de orgullo



Hace unos años charlé con él algunas tardes de verano. Era un chaval agradable, que mostraba todavía poca seguridad en sí mismo. No sé si aquellas conversaciones le ayudaron. Luego perdimos el contacto, aunque sabía de él por su madre.

Recientemente, me invitó a la presentación de su proyecto de fin de carrera. Se había convertido en un hombre seguro y apuesto. Durante veinte minutos, casi sin pararse a respirar, detalló los entresijos de un proyecto de ingeniería con tecnología láser que dejó epatados al público asistente y al tribunal. Aunque no entendiera casi nada de lo que decía, por la complejidad del proyecto y la jerga técnica que empleaba, sus gestos y expresión corporal reflejaban mucha confianza en sí mismo. Sus respuestas dejaron convencido al tribunal. Cuando cogió la tiza y empezó a trazar esquemas para explicar sus ideas, vi a un futuro profesor. Un gran aplauso inundó la sala cuando acabaron las preguntas. 




Salimos fuera a esperar la deliberación del tribunal. Apenas pude darle un abrazo, entre el remolino de personas que se acercó a felicitarle. Pregunté a su madre si se sentía feliz. Me dijo que estaba muy contenta aunque, como siempre había confiado en que su hijo terminara la carrera, a lo mejor eso hacía que su alegría no fuera tan grande. Le hablé de una emoción positiva, que los judíos llaman naches, que provoca una felicidad intensa al ver que los hijos consiguen algo relevante. 

Pasamos de nuevo a la sala y el profesor leyó las calificaciones de otros alumnos, que fueron muy buenas. Cuando llegó el turno de Andrei, el profesor le concedió la máxima nota posible; un diez y le propondrían para mención de honor. Escuché a Feli decir: ahora sí. Cuando se acercó su hijo a abrazarla, las lágrimas desbordaron sus ojos… y los míos.

Después fuimos a celebrarlo. Un brillo de orgullo destellaba en sus miradas. Seguramente aquella noche, madre e hijo, pudieron dormir satisfechos por un trabajo bien hecho.

miércoles, 22 de junio de 2016

Cantar con el corazón



Para terminar el curso, mi coral organizó un taller de canto. El tema elegido era el amor y nos dirigía Nuria Fernández, una de las mejores directoras de coro del país.

Aprendimos a mejorar la posición del cuerpo. Nos enseñó técnica vocal y a cuidar el sonido, sin respirar en medio de las frases, comenzando bajito, creciendo poco a poco y decreciendo suavemente al final, como una ola.

Taller de canto coral Del amor a la música. Getafe 18 y 19 de junio de 2016.

A media mañana estábamos ensayado “Te quiero”, una canción argentina con texto de Mario Benedetti. Cantándola noté que me estaba emocionando. Miré al frente y vi a una soprano enjugarse las lágrimas. Mis neuronas espejo resonaban con esa emoción. Levanté la carpeta a la altura de los ojos, para no seguir contagiándome emocionalmente; cantar y llorar es difícil.

En la pausa comenté con un asistente al taller el efecto saludable que tiene cantar en un coro. Alguna tarde que estaba anímicamente decaído, tras el ensayo, me sentí estupendamente. 

Según Björn Vickhoff, al cantar frases largas, la respiración se vuelve lenta, regular y profunda. El ritmo cardiaco de los cantantes se sincroniza, regulándose la actividad del nervio vago, implicado en las emociones y la comunicación con los demás. Este nervio activa el sistema nervioso parasimpático, que relaja el organismo, ralentizando el corazón y los pulmones. Al inspirar aumenta la tasa cardiaca y al exhalar disminuye. 

Al cantar se inhala rápido y se espira lentamente, para mantener el aire durante toda la frase. Esto hace que se eleve el tono vagal, que se asocia a emociones positivas. Cantando juntos, los corazones empiezan a latir al mismo ritmo y las emociones se sincronizan.

Cuando llegamos al concierto, el escenario y el piano estaban decorados con corazones. También nos dieron un broche con forma de corazón brillante que nos prendimos en el pecho. Al terminar, invitamos al público a cantar “Todo lo que necesitas es amor”.
 
Cantando se alegran los corazones, decía una ranchera. Lo recordaré cuando necesite respirar justo en medio de una frase.

viernes, 10 de junio de 2016

Gratitud al cuadrado


Maribel, que era presidenta cuando entré en la coral, se mudaba de ciudad. En la junta directiva decidimos tomarnos algo para celebrar su despedida. Había escrito una carta de agradecimiento para ella. Planeé leerla en un momento propicio. Inesperadamente, otras personas de la coral también se apuntaron a la fiesta. Me dio cierto reparo y pensé en cambiar de idea.

Cuando no sé qué hacer, dejo decidir a mi instinto. El neurocientífico David Eagleman recomienda, en estos casos, lanzar una moneda al aire y observar lo que te dice tu cuerpo. Me pregunté interiormente: ¿leo la carta? Noté que me sentía bien y anuncié que le había preparado algo. Se puso muy contenta. Expliqué que era la actividad estrella de la psicología positiva. Consiste en leer una carta de gratitud a una persona que haya hecho algo especial por ti. Está demostrado que aumenta el bienestar de ambos. Advertí que desconocía los efectos que podía tener leer la carta con público, ya que era la primera vez que me ocurría algo así.


Comencé recordando mi prueba de acceso a la coral, donde la conocí, que resultó algo disparatada, mi debut en Roma, los conciertos más especiales para mí, las anécdotas emocionantes…  Agradecí su manera de acoger a los nuevos socios, su estilo de liderazgo y su labor valiosa, que ha hecho crecer a la coral. Cuando terminé de leer, me sorprendió la ovación que nos dieron los compañeros. ¡Parecía el final de un concierto! Le extendí la carta y me levanté para darle un abrazo. Sus ojos brillaban intensamente. Luego noté cómo la conversación se volvía más profunda. Se habló de los logros que le habían hecho sentirse más orgullosa, de la importancia que tiene la coral para cada uno y de sus recuerdos más significativos.

Después, contándole la experiencia a mi hija pequeña, observé como se llenaban de emoción sus ojos. La gratitud crece en todas las direcciones. Me alegro de saber hacer algo que pueda tocar los corazones.

viernes, 20 de mayo de 2016

Un atlas de emociones



Todas las emociones, las agradables y las desagradables, nos han ayudado a sobrevivir. El Dalai Lama y Paul Ekman han creado un sitio web llamado Atlas de Emociones, que pretende ser algo así como un mapa para navegantes emocionales. Agrupan a las emociones en cinco grandes continentes: disfrute, enfado, miedo, tristeza y asco. Además, plantean que “la calma es idealmente el estado de la mente, a diferencia de las emociones que surgen cuando algo las detona y luego desaparecen”. Siguiendo con la metáfora, la calma podría equipararse al fondo del océano. Aunque, la superficie esté agitada por el oleaje, el fondo marino permanece inalterable. Los autores afirman que “un marco mental calmado es necesario para evaluar y entender nuestras cambiantes emociones”. 


Según esta web un episodio emocional consta de cinco pasos por orden cronológico. 

  1. Condición previa. Un suceso no te afectará igual si estas tranquilo, que si estás cansado o estresado.
  2. Desencadenantes.  Son una mezcla entre la valoración automática que hacemos de un suceso y la base de datos de la percepción de situaciones parecidas ocurridas en el pasado. Los disparadores de la emoción pueden ser universales o aprendidos culturalmente.
  3. Estado: Es la emoción que sentimos. Viene acompañada por cambios físicos, como sensaciones corporales, y cambios psicológicos.
  4. Acción: Puede ser constructiva, promoviendo más colaboración entre las personas implicadas, o destructiva, creando dificultades para colaborar.
  5. Post-condición: Es el resultado o impacto de las acciones emocionales.
Posteriormente, se inicia un periodo de filtrado selectivo, en el que la percepción se estrecha y distorsiona, interpretándose lo que sucede en función de la emoción predominante cada momento.

En el atlas de emociones puede verse cómo las emociones varían en intensidad y duración. Por ejemplo, los estados de disfrute pueden ir de una menor intensidad de la alegría a la mayor del éxtasis. También aparecen algunos desencadenantes del disfrute como la interacción social o la experiencia sensorial de la naturaleza. Finalmente, aparecen los comportamientos generalmente asociados a cada emoción.

Puedes ver el Atlas de Emociones en español pegando el siguiente enlace en tu navegador y elegir la opción de traducir esta página.

http://www.paulekman.com/atlas-of-emotions/

viernes, 29 de abril de 2016

Surfear tu respiración

El 26 de abril me senté delante de mi ordenador a ver una charla de Jon Kabat-Zinn, que venía por primera vez a Madrid. Este científico comenzó en 1979 a tratar personas con dolor crónico y trastornos producidos por estrés, ideando el programa MBSR de reducción del estrés mediante la atención plena. Dijo que cuando ves a la gente practicando Mindfulness parece que no hacen nada; “hay que pasar del hacer al ser, a un cierto punto de quietud, y lo que surge de ahí es el bienestar”. Dirigió una meditación, cerré los ojos y me sentí especialmente conmovido. Realmente, esta práctica ha traído mucho bienestar a mi vida. Afloró en mí un sentimiento de gratitud por las personas que me enseñaron meditar.


Se puede meditar sentado en una silla con la espalda recta, sentado o tumbado en el suelo o en la cama antes de dormir “por lo que nadie tiene una excusa para decir que no tiene tiempo para hacerlo”. Meditar no es un estado al que llegar sino “una capacidad fundamental que tenemos todos los seres humanos”. Consiste en centrar la atención en uno mismo, llevando “nuestra consciencia a la sensación de la respiración entrando y saliendo del cuerpo, cabalgando como un surfista en esa respiración”. No se pretende parar el pensamiento “porque durante la meditación se sigue pensando”.

Informó de las evidencias científicas sobre los beneficios del Mindfulness para la salud. Me resulta increíble que la meditación alargue el tamaño de los telómeros en los cromosomas, lo que prolonga también los años de vida.

Citó a Míster Duffy, un personaje de James Joyce, que “vivía a una cierta distancia de su cuerpo”. Eso nos pasa a muchos.

Percibí a distancia la presencia de un ser humano extremadamente conectado consigo mismo. Lleva 37 años meditando y se le notan. Se sorprendió porque la mayoría de las personas que atestaban la sala eran meditadores y “nunca había experimentado algo así”. Quizá, una nueva conciencia esté surcando los océanos.

viernes, 22 de abril de 2016

10 maneras de mejorar tu salud mental

Los médicos dicen que hay que hacer ejercicio físico y vigilar la dieta para mantener una buena salud física. ¿Podemos hacer algo también para mejorar la salud mental? Mª Teresa Lluch Canut ha elaborado un decálogo de salud mental positiva:


  1. Valorar lo bueno: mostrar gratitud se ha demostrado muy eficaz para aumentar el bienestar. El diario y la visita de gratitud son dos actividades intencionales que han sido objeto de estudio científico.
  2. Actuar con cariño en las actividades cotidianas: producen estrés o disfrute según actúes. Por ejemplo, aprovecha los atascos para escuchar música en vez de ponerte nervioso.
  3. No ser severo: la comprensión, tolerancia y flexibilidad con uno mismo y los demás es un buen indicador de salud mental.
  4. Que las emociones desagradables no te bloqueen: estas emociones son un aviso de que algo no va bien. Puedes enfadarte y, cuando te percates, evitar que la emoción te desborde. Contar hasta diez antes de responder puede ayudar.
  5. Tomar conciencia de los buenos momentos cuando pasan: saborear los buenos momentos en el presente intensifica su disfrute. También se puede recordar lo mejor del pasado e imaginar un futuro que te ilusione.
  6. No tener miedo a sentir emociones difíciles: es saludable y normal estar triste cuando experimentamos una pérdida. Si esos estados son intensos, persistentes o incapacitantes hay pedir ayuda psicológica.
  7. Buscar actividades para relajarse mentalmente: hacer yoga meditación, leer, descansar, pasear por la naturaleza, practicar deporte, cada uno tiene sus propios gustos.
  8. Ir resolviendo los problemas: si el problema tiene solución hay hacer algo para aliviarlo. Muchos problemas juntos pueden hacer que la salud mental se tambalee.
  9. Cuidar las relaciones: hablar con amigos, familiares, vecinos y compañeros es a menudo una fuente de satisfacción.
  10. Humor: Reír frecuentemente es beneficioso para la salud mental y física. Busca a personas que te hagan reír. Puedes escuchar chistes o ver comedias, si es posible en compañía. Te reirás más.

viernes, 8 de abril de 2016

Donde se encuentra la felicidad

La profesora anunció que leería un cuento de despedida, porque era su última clase. Me conmovió la sabiduría que contenía.

Los dioses decidieron crear a los hombres y mujeres a su imagen y semejanza. Alguien advirtió: “si les hacemos idénticos a nosotros, con fuerza, resistencia e inteligencia serán también dioses”. Tras deliberar un rato, decidieron quitarles la felicidad y esconderla en un lugar donde no la pudieran encontrar. Uno propuso apartarla en la cima de la montaña más alta del mundo. Respondieron: “pero les dimos fuerza y si alguno logra escalarla, los demás sabrán dónde encontrarla”. Otro quería ocultarla en el fondo del mar. Discutieron: “pero, al tener resistencia, alguno podría bucear hasta dar con ella”. Un tercero sugirió transportarla hasta un planeta lejano. Tampoco hubo acuerdo porque, al ser inteligentes, podrían inventar una nave espacial para alcanzarla y ser felices como dioses.

Un dios, que se había mantenido callado, concluyó: “creo saber dónde poner la felicidad para que no la encuentren: dentro de ellos mismos. Estarán tan ocupados persiguiéndola fuera, que nunca sospecharán que la guardan en su interior”.


A menudo seguimos buscando en el sitio equivocado. La publicidad nos promete descubrir El Dorado comprando, aunque la felicidad que viene de fuera sea escurridiza y desaparezca recién hemos disfrutado el placer que nos proporciona. Adquirir el último modelo de teléfono o de automóvil, mudarse de casa, cambiar de trabajo o resultar premiado en la lotería, son circunstancias que producen un bienestar pasajero. Dura lo que tardamos en acostumbrarnos a su presencia. 

Si la felicidad viniera de serie: ¿por qué no permanece siempre? Quizás por estar demasiado tiempo ausentes. La mitad del tiempo lo pasamos pensando en el pasado o imaginando el futuro, olvidándonos de vivir con intensidad la calidad del momento presente. Nos distraemos para no experimentar dolor y vivimos a medias. 

Las emociones son pasajeros. Nos traen un mensaje. Si las ignoramos, el sufrimiento permanece hasta que el aviso se recibe. Solo prestándole atención puede desvanecerse.