lunes, 14 de enero de 2013

Celebrar los éxitos

Hace casi dos años, en una soleada mañana de invierno, mi hija pequeña participó en un cross escolar. En la salida se agolpaban nerviosas cientos de niñas de su edad que, cuando sonó la bocina, echaron a correr atropelladamente. En la primera curva la vi en el grupo de cabeza con su amiga inseparable. Vestían de rojo y negro. El azar quiso que llevaran el dorsal 32 y 23, respectivamente. Las perdí de vista cuando entraron en el parque pero, cuando enfilaron la recta de meta, venían entre las primeras. Mi hija disputó el sprint hasta la línea de meta, quedando segunda. Su amiga ganó el bronce, también en los últimos metros. Todavía me emociono al ver sus fotos encima del podio; las medallas colgando, sus caras sonrientes. Los judíos llaman “naches” al placer, mezcla de alegría y orgullo, que sentimos los padres cuando los hijos logran algo relevante. Esa noche fuimos a celebrarlo ambas familias, rememorando los momentos felices vividos en la carrera.

Nuestra forma de reaccionar ante los éxitos de las personas puede fortalecer la relación o socavarla. Sólo reaccionando de forma activa y constructiva se hace más fuerte la relación. Celebrar los triunfos es la mejor manera de crear relaciones sólidas con las personas que nos importan.

Cuando alguien importante para ti cuente algo bueno que le haya sucedido, escúchale con atención y pídele que reviva el momento contigo. Cuanto más tiempo paséis hablando, mejor. Dedica mucho tiempo a reaccionar constructívamente: haciendo preguntas para conocer con detalle cómo ha sido, mirando a los ojos, mostrando tus emociones positivas, sonriendo sinceramente y riendo.

Cuando celebres a menudo los éxitos de otros quizás notes que caes mejor a los demás, que pasan más tiempo contigo y compartís más confidencias. Tal vez, desarrollarás la capacidad de reaccionar de esta manera fácilmente y te sentirás cada vez mejor. Celebrar puede ayudarnos a ser felices porque, como dijo Baden Powel, “la manera de conseguir la felicidad es haciendo felices a los demás.”

sábado, 12 de enero de 2013

Disfruta las alegrías



El domingo 11 julio de 2010 hacía mucho calor en Madrid. Después de celebrar el cumpleaños de mi hija con los amigos, vimos en casa la final del mundial de fútbol. Andrés Iniesta esperó hasta el minuto 116 para meter un gol que provocó un éxtasis colectivo. Saltamos todos de alegría dando gritos, repartiendo abrazos y besos. Recuerdo bien aquellas emociones de una noche memorable.

Iniesta dijo después: "España merecía este campeonato del Mundo. Es algo para recordar, disfrutarlo y sentirse orgullosos". "Estoy contento, estoy muy contento, se me dan esos goles decisivos...", decía mientras le abrazaban sus compañeros que cantaban: “Andrés te queremos, somos campeones del Mundo”. 

El disfrute, como los verbos, puede conjugarse en presente, pasado y futuro. Se puede disfrutar del pasado recordando los momentos felices, del presente siendo consciente de las experiencias placenteras y saboreándolas plenamente, o del futuro esperando que sucedan cosas positivas con optimismo.

Fred Bryant y Joseph Veroff describen el disfrute como “los pensamientos o comportamientos capaces de generar, intensificar o prolongar el placer”. El hábito de disfrutar está relacionado con la felicidad intensa y frecuente. La pega es que hay que esforzarse y tomar la iniciativa para dirigir la mente hacia experiencias positivas. Algunas estrategias para disfrutar más son:

Saborea experiencias cotidianas: recréate sin prisas mientras haces alguna actividad habitual como comer, ducharte o caminar. Como la protagonista de la película Amelie, presta atención a los pequeños placeres cada día, tratando de hacerlos más intensos y duraderos.

Revive el día más feliz de tu vida: recuerda tu gran día y recréalo como si fuera una película. Recuerda ese momento con todos los detalles, vuelve a traer al presente todo el placer de ese día y saboréalo.

Recuerda con familiares y amigos: hace poco he podido repasar los sucesos positivos de la vida de mi madre y hemos sentido mucha alegría juntos.

Disfruta con tus sentidos prestando atención al presente. Cuando experimentas felicidad, permanece en tu memoria una chispa que siempre podrás encender. 

martes, 8 de enero de 2013

¿Conoces tus fortalezas?

¿Sabes  en qué eres realmente bueno? Tal vez destacas por tu sentido del humor, por tu pasión por aprender, por tu liderazgo o valentía. Quizás eres vital, prudente o muy generoso.

Para Martin Seligman “la verdadera felicidad deriva de la identificación y el cultivo de las fortalezas más importantes de la persona en el trabajo, el amor, el ocio y la educación de los hijos”. Seligman y Chris Peterson clasificaron veinticuatro fortalezas psicológicas universales y crearon el cuestionario VIA de valores en acción, que sirve para conocer las principales fortalezas personales. Este test puede hacerse gratuitamente en www.authentichappiness.org

Cuando conozcas tus mejores fortalezas, puedes idear formas para emplearlas más a menudo o embarcarte en proyectos personales que te permitan utilizarlas. Dedica un momento a la semana para ejercitar una o más fortalezas personales de forma nueva. Por ejemplo, si aprecias mucho la belleza puedes salir de excursión a la naturaleza o visitar un museo. Si lo tuyo es la creatividad, escribe una historia o experimenta con la pintura. Lo importante es crear una nueva manera de utilizar esa fortaleza en el trabajo, en casa o en el tiempo libre.
Cuando practiques tus fortalezas habitualmente quizás te sientas con más energía, alegría y entusiasmo, al tratarse de algo auténticamente tuyo. Después escribe sobre la experiencia: ¿Cómo te sentiste?¿Fue estimulante la actividad?¿Te resultó fácil?¿Pasó el tiempo rápido?

Se ha demostrado que poniendo en práctica las fortalezas personales aumenta la felicidad. Las fortalezas que están más asociadas a altos niveles de felicidad son: esperanza y optimismo, entusiasmo y energía, capacidad de amar y ser amado, gratitud y curiosidad.

Aldous Huxley afirmaba que “existe al menos un rincón del universo que con toda seguridad puedes mejorar, y eres tú mismo”. Para Marianne Williamson “nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados... es que somos poderosos sin límite”. Como el comienzo del año es propicio para hacer nuevos propósitos, quizás quieras empezar a entrenar tus propias fortalezas. Como decía Píndaro: “Sé tú mismo, atrévete”.