sábado, 26 de diciembre de 2015

El mejor regalo

Esta Navidad viví una experiencia emotiva con mi coral. En estas fechas solemos cantar villancicos en las calles de mi ciudad. Muchos transeúntes se paran, curiosos, a escuchar. Al final, entonamos “Noche de paz”. Una compañero propuso al director que nos dispersáramos entre el público y cantásemos con ellos.

Fue muy curioso cantar, mientras te cruzabas con otras voces: los sonidos graves de los bajos, los agudos de las sopranos o las armonías intermedias de las contraltos. Fue muy emocionante. La música une a las personas y tiene el poder de emocionar. Vi caras de sorpresa y admiración entre el publico, apareciendo alguna que otra lágrima. Una mujer dijo: “ya me habéis hecho el regalo de Navidad”.


Los mejores regalos no tienen que ser algo material. Las experiencias aportan, a largo plazo, mayor bienestar que los objetos. La felicidad que se siente por un regalo material es pasajera. En cambio, la felicidad que proporciona una experiencia es duradera, porque podemos recordarla siempre.

Esta Navidad prueba a regalar experiencias: una escapada a un hotel, entradas para el teatro o para un concierto, un masaje relajante… Si regalas objetos, procura que proporcionen experiencias, por ejemplo, una bicicleta, un juego de mesa o un equipo de sonido. Están de moda los juegos de escape, que están diseñados para proporcionar una experiencia de fluir. Es una emoción positiva que aparece cuando estamos muy implicados en una tarea, que supone un reto y hace perder la noción del tiempo. En estos juegos pueden participar grupos de hasta seis personas y hay que descifrar varios enigmas, para poder escapar de la sala, antes que finalice el tiempo establecido.

Lo que proporciona mayor bienestar son las relaciones interpersonales positivas. Para sentirte bien, no hay mejor regalo que volver a estar con los que te quieren. En Navidad también se puede sentir nostalgia por los que no están. Entonces, como decía André Dubus, “podemos abrazar con todo corazón lo que quede de la vida después de las pérdidas”.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Soñar lo mejor por venir

Los optimistas esperan que les ocurran cosas buenas. Mantienen la expectativa global de que tendrán un futuro positivo. Las personas optimistas tienen mejor humor y salud, son perseverantes y exitosas, confían en lograr sus objetivos y se esfuerzan, afrontan las dificultades activa y efectivamente, salen fortalecidas de situaciones traumáticas y estresantes, manteniendo elevados niveles de bienestar.

Los optimistas confían en sus capacidades, descubren lo positivo de las personas y las circunstancias, consiguiendo un estado de ánimo positivo y de mayor vitalidad.

Contraindicaciones: puede ser perjudicial emplear un optimismo ilusorio cuando se está en una situación de riesgo.

El optimismo es una de las fortalezas humanas que están asociadas a una mayor felicidad. Es una emoción positiva secundaria, situada entre la alegría y la anticipación en el modelo de Plutchich.


Según Martin Seligman un optimista atribuye:
  •          Los fracasos a causas externas, pasajeras y concretas.
  •          Los éxitos a causas internas, duraderas y globales.
Es posible aprender a ser más optimista. Laura King ideó un ejercicio para describir el mejor yo futuro posible. El modelo ABC (Adversity, Beliefs y Consequences) de Albert Ellis plantea que ante una adversidad pueden producirse creencias, que determinan unas consecuencias emocionales y de comportamiento. Se pueden discutir las creencias pesimistas, anticipando otros resultados probables más optimistas y constructivos. Mi madre dice que los pesimistas sufren dos veces; al pensar y al vivir.

Lou Holtz tenía 28 años y una situación crítica: sin empleo, sin dinero y su mujer estaba embarazada de ocho meses. Redactó una lista de 107 metas ambiciosas: cenar en la Casa Blanca, conocer al Papa, ser entrenador de un equipo de fútbol americano, aparecer en el programa televisivo The Tonight Show... Ideándolos y esforzándose, pudo cumplir sus propósitos. Aconseja que “cuando hayas escrito todo lo que quieres conseguir en la vida, asegúrate de que cada día haces algo concreto para cumplir al menos uno de esos sueños”

Ser optimista es una actitud que puedes entrenar. Imagina lo mejor del futuro. Puede hacerse realidad.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Orgullo y humildad

Recientemente, me sorprendió la respuesta de un candidato a las próximas elecciones generales. Le preguntaron: “¿ha ganado usted el debate?” y contestó: “humildemente, sí”. Me pareció una respuesta contradictoria. En nuestra cultura, ir de sobrado no está muy bien visto. Por ello, la emoción de orgullo no se expresa demasiado. En un estudio se comprobó que muchos niños españoles entre seis y siete años no entienden el significado de orgullo, mientras que los holandeses con esas edades no comprenden la palabra vergüenza.

El orgullo es una emoción autoconsciente que implica una valoración positiva de uno mismo, al evaluar una acción propia como un éxito. La expresión universal del orgullo es: cabeza atrás, pecho erguido y manos en las caderas o elevadas en el aire, como los atletas al ganar una carrera.

El orgullo es una emoción positiva que también puede tener, socialmente, connotaciones negativas. En una conferencia, Gonzalo Hervás afirmaba que es beneficioso sentir orgullo internamente, aunque es mejor no exteriorizarlo demasiado, poniendo “cara de póquer”.

La humildad es más valorada en todas las culturas. Es una de las veinticuatro fortalezas personales, estudiadas por Seligman y Peterson, derivadas de las seis virtudes consideradas universales.

Las personas humildes no se creen más especiales que otros y no buscan ser el centro de atención. Dejan que sus hechos hablen por ellos. No necesitan alardear de sus aspiraciones, victorias o derrotas.

VIA Institute on Character propone tres prácticas que ayudan a fortalecer la humildad:

  • Tus éxitos y fortalezas hablan por sí solos. Son visibles para los demás y es preferible no presumir en exceso.
  • Si cometes errores, puedes admitirlos y aceptarlos. Siempre es posible pedir perdón, si fuera necesario.
  • Puedes dejar que otros brillen en las reuniones con amigos, familia o compañeros.

Nietzsche pidió: “que mi orgullo vaya del brazo con mi cordura”. Decía Ernesto Sábato que “para ser humilde se necesita grandeza”. Quizás, como indicó Henry F. Amiel, “la verdadera humildad consiste en estar satisfecho”. Cuando estoy bien, no necesito mucho más.