viernes, 29 de abril de 2016

Surfear tu respiración

El 26 de abril me senté delante de mi ordenador a ver una charla de Jon Kabat-Zinn, que venía por primera vez a Madrid. Este científico comenzó en 1979 a tratar personas con dolor crónico y trastornos producidos por estrés, ideando el programa MBSR de reducción del estrés mediante la atención plena. Dijo que cuando ves a la gente practicando Mindfulness parece que no hacen nada; “hay que pasar del hacer al ser, a un cierto punto de quietud, y lo que surge de ahí es el bienestar”. Dirigió una meditación, cerré los ojos y me sentí especialmente conmovido. Realmente, esta práctica ha traído mucho bienestar a mi vida. Afloró en mí un sentimiento de gratitud por las personas que me enseñaron meditar.


Se puede meditar sentado en una silla con la espalda recta, sentado o tumbado en el suelo o en la cama antes de dormir “por lo que nadie tiene una excusa para decir que no tiene tiempo para hacerlo”. Meditar no es un estado al que llegar sino “una capacidad fundamental que tenemos todos los seres humanos”. Consiste en centrar la atención en uno mismo, llevando “nuestra consciencia a la sensación de la respiración entrando y saliendo del cuerpo, cabalgando como un surfista en esa respiración”. No se pretende parar el pensamiento “porque durante la meditación se sigue pensando”.

Informó de las evidencias científicas sobre los beneficios del Mindfulness para la salud. Me resulta increíble que la meditación alargue el tamaño de los telómeros en los cromosomas, lo que prolonga también los años de vida.

Citó a Míster Duffy, un personaje de James Joyce, que “vivía a una cierta distancia de su cuerpo”. Eso nos pasa a muchos.

Percibí a distancia la presencia de un ser humano extremadamente conectado consigo mismo. Lleva 37 años meditando y se le notan. Se sorprendió porque la mayoría de las personas que atestaban la sala eran meditadores y “nunca había experimentado algo así”. Quizá, una nueva conciencia esté surcando los océanos.

viernes, 22 de abril de 2016

10 maneras de mejorar tu salud mental

Los médicos dicen que hay que hacer ejercicio físico y vigilar la dieta para mantener una buena salud física. ¿Podemos hacer algo también para mejorar la salud mental? Mª Teresa Lluch Canut ha elaborado un decálogo de salud mental positiva:


  1. Valorar lo bueno: mostrar gratitud se ha demostrado muy eficaz para aumentar el bienestar. El diario y la visita de gratitud son dos actividades intencionales que han sido objeto de estudio científico.
  2. Actuar con cariño en las actividades cotidianas: producen estrés o disfrute según actúes. Por ejemplo, aprovecha los atascos para escuchar música en vez de ponerte nervioso.
  3. No ser severo: la comprensión, tolerancia y flexibilidad con uno mismo y los demás es un buen indicador de salud mental.
  4. Que las emociones desagradables no te bloqueen: estas emociones son un aviso de que algo no va bien. Puedes enfadarte y, cuando te percates, evitar que la emoción te desborde. Contar hasta diez antes de responder puede ayudar.
  5. Tomar conciencia de los buenos momentos cuando pasan: saborear los buenos momentos en el presente intensifica su disfrute. También se puede recordar lo mejor del pasado e imaginar un futuro que te ilusione.
  6. No tener miedo a sentir emociones difíciles: es saludable y normal estar triste cuando experimentamos una pérdida. Si esos estados son intensos, persistentes o incapacitantes hay pedir ayuda psicológica.
  7. Buscar actividades para relajarse mentalmente: hacer yoga meditación, leer, descansar, pasear por la naturaleza, practicar deporte, cada uno tiene sus propios gustos.
  8. Ir resolviendo los problemas: si el problema tiene solución hay hacer algo para aliviarlo. Muchos problemas juntos pueden hacer que la salud mental se tambalee.
  9. Cuidar las relaciones: hablar con amigos, familiares, vecinos y compañeros es a menudo una fuente de satisfacción.
  10. Humor: Reír frecuentemente es beneficioso para la salud mental y física. Busca a personas que te hagan reír. Puedes escuchar chistes o ver comedias, si es posible en compañía. Te reirás más.

viernes, 8 de abril de 2016

Donde se encuentra la felicidad

La profesora anunció que leería un cuento de despedida, porque era su última clase. Me conmovió la sabiduría que contenía.

Los dioses decidieron crear a los hombres y mujeres a su imagen y semejanza. Alguien advirtió: “si les hacemos idénticos a nosotros, con fuerza, resistencia e inteligencia serán también dioses”. Tras deliberar un rato, decidieron quitarles la felicidad y esconderla en un lugar donde no la pudieran encontrar. Uno propuso apartarla en la cima de la montaña más alta del mundo. Respondieron: “pero les dimos fuerza y si alguno logra escalarla, los demás sabrán dónde encontrarla”. Otro quería ocultarla en el fondo del mar. Discutieron: “pero, al tener resistencia, alguno podría bucear hasta dar con ella”. Un tercero sugirió transportarla hasta un planeta lejano. Tampoco hubo acuerdo porque, al ser inteligentes, podrían inventar una nave espacial para alcanzarla y ser felices como dioses.

Un dios, que se había mantenido callado, concluyó: “creo saber dónde poner la felicidad para que no la encuentren: dentro de ellos mismos. Estarán tan ocupados persiguiéndola fuera, que nunca sospecharán que la guardan en su interior”.


A menudo seguimos buscando en el sitio equivocado. La publicidad nos promete descubrir El Dorado comprando, aunque la felicidad que viene de fuera sea escurridiza y desaparezca recién hemos disfrutado el placer que nos proporciona. Adquirir el último modelo de teléfono o de automóvil, mudarse de casa, cambiar de trabajo o resultar premiado en la lotería, son circunstancias que producen un bienestar pasajero. Dura lo que tardamos en acostumbrarnos a su presencia. 

Si la felicidad viniera de serie: ¿por qué no permanece siempre? Quizás por estar demasiado tiempo ausentes. La mitad del tiempo lo pasamos pensando en el pasado o imaginando el futuro, olvidándonos de vivir con intensidad la calidad del momento presente. Nos distraemos para no experimentar dolor y vivimos a medias. 

Las emociones son pasajeros. Nos traen un mensaje. Si las ignoramos, el sufrimiento permanece hasta que el aviso se recibe. Solo prestándole atención puede desvanecerse.