viernes, 15 de mayo de 2015

Entrar en la zona

Mi ciudad bullía de actividad el pasado fin de semana. A media tarde fui con mi hija mayor a un festival de cultura urbana y me maravillé con las habilidades que muestran los jóvenes, ya sea en bicicleta, en patines o haciendo acrobacias sobre la cuerda floja. Pasamos luego a una pequeña sala a ver una obra de microteatro, en la que pudimos contemplar muy cerca el talento de los actores para expresar emociones. 

Por la tarde participé en un encuentro de corales en un entorno muy hermoso: el patio porticado del Hospitalillo de San José que fue construido a principios del siglo XVI y es un oasis de tranquilidad en medio de la ciudad. La Coral Real Capilla de Aranjuez, como agrupación vocal invitada, cantó un repertorio sobre la obra de Santa Teresa que nos transportó a la época en la que se construyó el edificio hace quinientos años. Disfruté mucho cantando con mi coral un repertorio variado y hasta un pájaro encaramado a un árbol parecía seguir el ritmo con su canto. Al salir de noche los zombis habían tomado la ciudad. Miles de jóvenes corrían despavoridos para evitar a los muertos vivientes y conseguir realizar las pruebas de una macro yincana.

Probablemente todas estas actividades tienen en común que permiten entrar en un estado placentero llamado fluir. Los deportistas llaman “entrar en la zona” a sentir ese estado de concentración total. Cuando entras en estado de flujo estás tan absorto en la actividad que pierdes el sentido del tiempo, que pasa en un suspiro. Para que se produzca este estado tiene que haber un equilibrio entre la dificultad de la tarea y los recursos internos para llevarla a cabo. Se puede fluir con múltiples actividades en el tiempo libre o en el trabajo. Sencillas como conversar o difíciles como tocar el piano. Esta sensación generada internamente nos hace sentir más satisfechos con la vida, conectándonos al momento presente, para vivir de manera más rica y plena.

viernes, 8 de mayo de 2015

Saborear o analizar

Quizá nos preocupemos por cosas que nunca ocurrirán, como decía Mark Twain: "soy un hombre muy viejo y que ha sufrido un gran número de desgracias, de las cuales la mayor parte nunca sucedieron". Otras veces nos duelen aflicciones del pasado que siguen incomodándonos en el presente. En ocasiones son trivialidades que no tienen demasiada importancia. También hay preocupaciones debidas a problemas serios.
Una investigación de SonjaLyubomirsky concluyó que somos más felices cuando revivimos los sucesos positivos y cuando analizamos las experiencias negativas.
Disfrutamos volviendo a saborear mentalmente los recuerdos positivos como en un videoclip. Recuerdo algunas tardes inolvidables junto a mis hermanos rememorando anécdotas divertidas de la infancia con las que nos tronchábamos de risa.
Con respecto a los momentos traumáticos habría que hacer todo lo contrario, en vez de revivirlos emocionalmente, es importante analizarlos para entender mejor lo que pasó, para aceptar lo que nos ha ocurrido, para encontrarle algún sentido y aprender a superarlo para seguir adelante.
Preocuparse sin más resulta improductivo. Una maestra de meditación me dijo que cuando ocurriera algo malo me preguntase: ¿Qué puedo aprender de ello?
Según Ajahn Sumedho “tenemos que abrir nuestras mentes al sufrimiento porque es abrazando el sufrimiento cuando el sufrimiento cesa”. Un ejercicio que se ha demostrado eficaz para aliviar el sufrimiento es la escritura expresiva. Consiste en llevar un diario en el que demos rienda suelta a lo que nos preocupa. Se trata de comprender y no de reproducir la infelicidad. El ejercicio que diseñó y ha investigado James Pennebaker protege inmunológicamente, relaja, permite dormir mejor y disminuye la presión arterial. Se trata de escribir sobre algún tema que nos preocupe durante cuatro días seguidos, 20 minutos diarios. No se trata de pensar, sino de expresarse, dejándose llevar por las palabras de manera automática. No se debe de repasar lo escrito hasta el último día, entonces se puede analizar si hemos escrito algo que nos pueda ayudar.
Si tienes problemas, deja que tu inconsciente escriba sobre ellos.