viernes, 6 de noviembre de 2015

Un ritual para la despedida

Apenas conocí a José Ramón. Crucé con él algunas palabras cuando llevaba a mis hijas a clases en la escuela de música. Su muerte ocurrió en verano, cuando la coral interrumpe sus ensayos por vacaciones. Se encargó un funeral para una fecha próxima a Todos los Santos. Fue uno de los más hermosos que he presenciado. Se celebró en la catedral donde se estrenó la Coral Polifónica de Getafe en 1.988.

Antes de empezar, una coralista veterana leyó unas palabras escritas de corazón para darle las gracias al maestro. Tras un interludio musical, cantamos el conmovedor inicio del Réquiem de Mozart en Re menor que, en unos compases, empieza expresando sobriedad, después pena, para terminar en un estallido de rabia.

El sacerdote en su homilía habló de fortalezas humanas como la gratitud y la apreciación de la belleza, que también son materia de estudio de la Psicología Positiva. Utilizó una bella metáfora, comparando la música con el incienso que al quemarse se eleva hasta cielo. Casualmente, también hay una emoción positiva llamada elevación que se experimenta como un fuerte sentimiento de afecto en el pecho (Haidt, 2002). Surge cuando presenciamos actos que reflejan lo mejor del ser humano y provoca un deseo de ser mejores personas. Sentí gratitud por la labor realizada por José Ramón. Su obra ha perdurado trascendiendo más allá de su propia vida, para hacer más valiosas otras muchas vidas.

Fuimos cantando distintas canciones según iba transcurriendo la ceremonia. Fue muy emotivo cantar Lacrimosa durante la comunión, aunque entrañó un reto cantarla a capela por su dificultad. Al salir, una mujer me dijo que “los cristianos deberíamos estar contentos porque él está bien”. Le respondí que ya no está aquí y las pérdidas ocasionan tristeza.

En un curso de coaching me preguntaron: ¿qué pondrías en tu epitafio? No supe qué responder. Algún tiempo después la respuesta llegó sola a mi cabeza y me ayudó a clarificar un sentido para  mi vida. 

Carpe diem, tempus fugit.

3 comentarios:

  1. Gracias José Enrique por tus palabras, tus evocaciones y tu texto entrañable hacia alguien que desgraciadamente nunca supo que yo le admiraba profundamente y le quería considerándolo un ser de esos especiales, que pasan por tu vida dejando una huella imborrable!

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  2. Siempre he oído este refrán en boca de mi madre: Es de bien nacido ser agradecido...Yo quiero decirte...gracias maestro José Ramòn.,gracias a ti descubrí a Mozart..por algo me estrené con la coral polifónica con La misa del gorrión,,,tan alegre .En tu funeral las lágrimas corrían por mis mejillas al recordarte,por tanto y tanto como me has enseñado,aportado y por sentir mi amor por la música y precisamente con Mozart de nuevo,en su Réquiem en Re menor..el modo màs triste existente.Gracias maestro...desde el cielo presentí su satisfacción.

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  3. Cuando alguien que aprecias mucho muere, una parte de ti muere también y se va con él dónde sea que vaya; de tal manera que -en cierta forma- tú también estarás allí, a su lado... y nunca se sentirá solo.

    Yo no conocía José Ramón. Pero, por lo que cuentas de él, estoy seguro de que estará muy acompañado. Descanse en paz.

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