viernes, 8 de abril de 2016

Donde se encuentra la felicidad

La profesora anunció que leería un cuento de despedida, porque era su última clase. Me conmovió la sabiduría que contenía.

Los dioses decidieron crear a los hombres y mujeres a su imagen y semejanza. Alguien advirtió: “si les hacemos idénticos a nosotros, con fuerza, resistencia e inteligencia serán también dioses”. Tras deliberar un rato, decidieron quitarles la felicidad y esconderla en un lugar donde no la pudieran encontrar. Uno propuso apartarla en la cima de la montaña más alta del mundo. Respondieron: “pero les dimos fuerza y si alguno logra escalarla, los demás sabrán dónde encontrarla”. Otro quería ocultarla en el fondo del mar. Discutieron: “pero, al tener resistencia, alguno podría bucear hasta dar con ella”. Un tercero sugirió transportarla hasta un planeta lejano. Tampoco hubo acuerdo porque, al ser inteligentes, podrían inventar una nave espacial para alcanzarla y ser felices como dioses.

Un dios, que se había mantenido callado, concluyó: “creo saber dónde poner la felicidad para que no la encuentren: dentro de ellos mismos. Estarán tan ocupados persiguiéndola fuera, que nunca sospecharán que la guardan en su interior”.


A menudo seguimos buscando en el sitio equivocado. La publicidad nos promete descubrir El Dorado comprando, aunque la felicidad que viene de fuera sea escurridiza y desaparezca recién hemos disfrutado el placer que nos proporciona. Adquirir el último modelo de teléfono o de automóvil, mudarse de casa, cambiar de trabajo o resultar premiado en la lotería, son circunstancias que producen un bienestar pasajero. Dura lo que tardamos en acostumbrarnos a su presencia. 

Si la felicidad viniera de serie: ¿por qué no permanece siempre? Quizás por estar demasiado tiempo ausentes. La mitad del tiempo lo pasamos pensando en el pasado o imaginando el futuro, olvidándonos de vivir con intensidad la calidad del momento presente. Nos distraemos para no experimentar dolor y vivimos a medias. 

Las emociones son pasajeros. Nos traen un mensaje. Si las ignoramos, el sufrimiento permanece hasta que el aviso se recibe. Solo prestándole atención puede desvanecerse.

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