lunes, 14 de octubre de 2013

Saborear el pasado



Revivir los recuerdos positivos del pasado es un proceso mental normal y sano, fuente de satisfacción que nos permite fortalecer la propia identidad y dar sentido a la historia personal.

Hace poco mi madre me contó esta anécdota que sucedió en casa de su mejor amiga de la infancia: <<Le digo a la madre de Angelita: “Carmencita, ¿quiere usted que le eche las cartas?”. Contesta: “vete a hacer puñetas”. Le pregunto a su hija Pepi: ¿quieres que te eche las cartas?”. Responde: “sí”. Me puse a contarle todas las tonterías que me parecían. De pronto, veo la sota de espadas y digo: “un soldado viene de camino, de un momento a otro van a llamar a la puerta”. Me callo y oímos: “toc, toc, toc”. Pepi abre la puerta y grita: “ah…” y apareció el novio, que estaba en la mili. Luego la madre me pide: “échamelas a mí”. Ya no consentí echarlas más. Aquello fue una casualidad, ¡pero lo que nos reímos!>>

Conocí este divertido momento gracias a varias tardes que pasé con mi madre repasando los sucesos positivos de su vida. Empezamos por la infancia, recordando su adolescencia, la juventud y su madurez hasta el momento actual. Le pregunté por los momentos felices vividos junto a su familia o los amigos. 

Lo pasamos muy bien esos días, nos reímos mucho, descubrí anécdotas desconocidas y entendí mejor cómo mi madre ha llegado a ser como es. Sentí entonces que aumentaba nuestro afecto mutuo y me transmitió aprendizajes que podrán pasar a otra generación. Resulta sorprendente conocer cómo han cambiado las costumbres o el esfuerzo que costaba, por ejemplo, lavar la ropa. También me emocionaron y admiraron algunos episodios de su vida. Es una lección comprobar cómo ella ha vivido una buena vida, conservando intactas sus ganas de vivir, pese a las adversidades que encontró en el camino.

Te propongo que aprendas cuanto puedas de tus mayores porque, como decía José Saramago, “la vejez empieza cuando se pierde la curiosidad”.

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