martes, 17 de junio de 2014

Borrones de tinta

Recuerdo que cuando era niño los adultos solían decirme que “los hombres no lloran”. Aunque experimentar algunas emociones no resulte agradable, reprimirlas puede complicarnos la vida y es preferible encontrar la manera de expresarlas de forma adecuada. Una manera de hacerlo es mediante la escritura expresiva.

James Pennebaker demostró que escribir sobre una experiencia traumática tiene consecuencias beneficiosas para la salud y el bienestar. Propuso escribir sobre la experiencia más traumática de la vida, entre quince y treinta minutos, durante cuatro días seguidos. Se trata de analizar los pensamientos y sentimientos más profundos relacionados con el trauma, dándoles rienda suelta. Se puede asociar esta experiencia con las relaciones personales con padres, familiares, pareja o amigos, cómo afecta al pasado, presente o futuro, a quien has sido, eres ahora o te gustaría llegar a ser.

Según Christian Schubert las personas que reprimen las experiencias traumáticas segregan cortisol permanentemente, inhibiendo su sistema inmunitario. Conall O´Cleirigh observó en pacientes con VIH (el virus causante del SIDA) que, escribiendo sobre sus sentimientos, aumentaron sus defensas, contando con más células asesinas naturales.

Hace poco leí una carta de agradecimiento a alguien que hizo algo muy especial para mí. Cuando murió mi hermana, tuvo la idea de inmortalizarla en un mural que estaban pintando entonces en mi ciudad. Cuando paso por esa calle me alegro al ver a mi hermana allí, joven y sonriente, como si el tiempo se hubiese detenido.

Leer esa carta fue una experiencia emocionalmente intensa, pero cuando terminé me sentí aliviado, sereno y en paz conmigo mismo. Pregunté a la destinataria de mi carta por cómo se sintió y me dijo que fue consciente de que necesitaba hablar de mi hermana conmigo y me dio las gracias por ello.

Me gusta pensar, como Albert Schweitzer, que “es la ley de la vida que cada vez que se nos cierra una puerta se nos abre otra”. Las lágrimas que emborronaron mi carta, como el agua salada, tal vez ayuden a sanar las heridas.

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